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Cabana: génesis del conflicto por ser una comuna independiente

Por Guillermo Lehmann. Especial para Tierra Libre Digital. Hace una década, Cabana era un tradicional y reconocido paraje que disfrutaban unas pocas familias y algunos visitantes que contaban con familiares en Unquillo, o se acercaban para conocer los misterios de Guido Buffo.
El crecimiento poblacional que comenzó a acentuarse en las principales localidades del Gran Córdoba y en especial las Sierras Chicas, también llego a este sitio, aunque de manera menos explosiva. Entonces comenzaron a abrirse calles, exigir la ampliación de los servicios de agua y electricidad, demandar atención sanitaria, mantenimiento de accesos, mejoras en la escuela, mayor frecuencia de transporte, un destacamento policial y otros requerimientos.
Hasta entonces, los antiguos pobladores convivieron con esas carencias con naturalidad. Esta parsimonia lugareña fue motivo de desatención de las autoridades municipales, que si bien prestaron siempre algún servicio (recolección de basura, arreglo de calles y alumbrado), nunca lo efectuaron con regularidad. Durante muchos años los vecinos de Cabana debieron permanecer aislados del resto del mundo cuando se desataban fuertes tormentas y los vados rebalsaban o las calles se tornaban intransitables.
La llegada de nuevos pobladores para instalarse de manera permanente en Cabana, comenzó a remover esa estructura. Con buen poder adquisitivo y provenientes de lugares en donde los servicios y las comodidades son comunes, esta especie de incómodo aislamiento comenzó a horadar una estructura social férrea y consolidada a través de décadas. El conflicto entre los nycs (nacidos y criados) y los nuevos pobladores era cuestión de tiempo. La sanción de la ley 9206 de creación de las Comunidades Regionales en Córdoba fue el detonante esencial. La norma establece que todos los municipios de Córdoba deben fijar y establecer sus límites definitivos. Cabana hasta ahora permanece como una zona gris (no pertenece a ningún municipio ni tiene gobierno propio), atendida en sus servicios por Unquillo. A partir de la sanción de esa ley, el municipio se apuró a sancionar una ordenanza que incluye a Cabana como parte de su ejido, y remitió esa pretensión al Ministerio de Gobierno de la Provincia, para que lo reconozca y luego la Legislatura sancione la ley con reconocimiento de ese esos límites. Entremedio, un grupo de nuevos vecinos, en mayoría, decidieron constituir una junta promotora Pro Comuna. Para ello incoaron el derecho que les asiste de constituirse en comuna, por la Ley Orgánica Provincial 8102, si existe un real interés de sus habitantes y se puede comprobar la carencia de servicios.


Todo empezó a fines de 2005, cuando se constituyó la junta pro comuna. Ya van casi tres años de expedientes, trámites administrativos, denuncias judiciales, marchas y contramarchas. La agitación actual del conflicto obedece a que el Gobierno provincial, informó que antes del 30 de este mes se resolverán todos los conflictos de límites en Córdoba y se definirá si una decena de parajes pueden llegar a constituirse en comunas, entre ellas Cabana. Un reguero de comentarios y especulaciones respecto a que el proyecto de comuna era avalado por el Gobierno provincial, desató un serio gesto de preocupación en el intendente de Unquillo, Germán Jalil, quién salió a clamar por el respaldo de los intendentes de la Comunidad Regional Colón, y convocar a los vecinos del resto de los barrios de Unquillo y de Cabana, para resistir la “mutilación y el desmembramiento” que, entiende, pretender llevar a cabo los comuneros. Desde la otra vereda, se lamentan que por la falta de diálogo de parte de Jalil (afirman que llevan más de mil días sin lograr una audiencia), la situación se haya vuelto confusa a insostenible.
Así, en los últimos días asistimos a un espectáculo en serie de acusaciones mediáticas y concentraciones a favor y en contra de las posturas. Movilizaciones, panfleteadas y una comunidad disgregada parecen ser los resultados de una cruzada, que a esta altura tiene mucho de personal entre los habitantes. Esos que antes compartían espacios y encuentros, y hoy se saludan con hostilidad.
En cierto modo, el conflicto de Cabana, es emergente se situaciones muy parecidas que tienen que ver con la falta de atención y diálogo de las autoridades municipales de quienes dependen. Desde hace muchos años un grupo de vecinos de La Quebrada en Río Ceballos sugiere que sería tiempo de escindirse de esta ciudad porque se consideran abandonados. Algo parecido se registra en Villa Los Altos y Colanchanga, que son zonas grises tironedas por Río Ceballos y Salsipuedes, pero evidencian desigualdad en los servicios que reciben otros barrios de estas localidades. Más al norte El Pueblito vive una situación similar y cada vez reclama más atención de parte de Salsipuedes, o El Sauce, que se siente prácticamente discriminado por la comuna de El Manzano, de quien depende. Esta enumeración, sin duda, es incompleta pero responde a un fresco social actual que en poco tiempo tomará forma. En este sentido, la incidencia de nuevos pobladores en la transformación de la política clientelar, resulta vital. Aunque el costo a pagar por llevar adelante estos reclamos es una fuerte disgregación social. En el caso de Cabana, la oposición de los lugareños es más hacia la manera en que los nuevos pobladores quisieron llevar adelante el proyecto de comuna, que en los beneficios o adelantos que podrían representarles su formación.
Tal vez esa sea la moraleja del caso Cabana, un antecedente de que las condiciones de atención desigualitaria a los vecinos está abonando climas secesionistas, pero deben estar acompañados de un planteo común de los lugareños y desprovisto de las urgencias particulares de sus activadores.